Murió “Pichino” Carone, prócer del primer Vélez campeón y uno de los goleadores históricos del Fortín

“¡Pichino, Carone, la barra quiere goles!”, cantaban a mediados de la década del 60 los simpatizantes de Vélez, cuando todavía no había ninguna estrella bordada en la camiseta. El viernes, a 57 años de la primera, los hinchas lo despiden:a los 83 años murió Juan Carlos Carone uno de los goleadores históricos del Fortín.
Su ausencia tiñe de luto al fútbol argentino. Pichino fue una de las grandes glorias del Fortín, aunque jugó poco por una rotura del tendón de Aquiles en el Torneo Nacional de 1968, el torneo en que el club de Liniers alcanzó el primer título de su historia.
Carone nació en la Ciudad de Buenos Aires y se ganó el corazón de los hinchas por su notable capacidad goleadora, su fuerte personalidad y un estilo tan carismático como irreverente, dentro y fuera del campo de juego.
En 1965 fue protagonista del orgullo velezano cuando se consagró como máximo artillero del campeonato con 19 goles que, a la vez, le permitieron consolidarse como pieza clave del equipo. Tres años más tarde, formó parte del histórico plantel que llevó al club de Liniers a conquistar su primer campeonato.
Pichino y su costumbre: hacer goles.
Más allá de su desempeño en la cancha, Carone mantenía un vínculo muy estrecho con el barrio porteño de Villa Luro. Era habitual verlo caminar por calles como Ramón Falcón, Rivadavia o Escalada, donde vecinos y simpatizantes lo saludaban y pasaban el rato charlando de fútbol. Y de Vélez, claro.
A través de un comunicado oficial, el club lamentó la pérdida de uno de sus máximos referentes y envió sus condolencias a familiares y allegados. “Lo recordaremos por sus goles, por los duelos ganados y por dejar todo por la V Azulada”, expresaron desde la institución.
Fue un goleador brillante, campeón inolvidable y figura entrañable que dejó una huella imborrable en la historia de Vélez y en la memoria de sus hinchas. Un distinto, con una manera particular de moverse dentro de la cancha.
Daniel Willington y Juan Carlos Carone, con el trofeo del 68, en un homenaje en Vélez. (Foto: Prensa Vélez)
“Me movía por la izquierda, aunque era diestro. Mi fuerte no era desbordar, sino hacer la diagonal. Eso incomodaba a los defensores, hacía chocar al 4 con el 2, y trataba de no superponerme con el delantero de punta para aprovechar los espacios”, sintetizó en una entrevista concedida a Vélez Magazine.
Con su método, anotó 76 tantos en 149 presentaciones un promedio notable de un gol cada dos partidos, y se convirtió en el séptimo artillero histórico de Vélez. De los futbolistas de este siglo, solamente pudo superarlo por 14 goles Patricio Camps, en una tabla que lidera Carlos Bianchi, con 206.
Pero no solo por los goles será recordado: Pichino fue aquel que le robó la gorra al legendario Amadeo Carrizo, arquero de River, en medio de un partido. "Me tuvo loco. Me quitaba la gorra. Me tocaba el culo. Me preguntaba por mi hija mayor. Y me sacaba del partido. Entonces venia el tiro de esquina y ahí estaba él, para el toquecito goleador, a veces con la rodilla, a veces con la mano. Fue el gran atorrante del fútbol argentino, sin duda", lo definió oportunamente la leyenda del Millonario.
"Nací el 18 de mayo de 1942. Me críe y pasé toda mi infancia en Villa Crespo. Mi viejo era el único fabricante de soldaditos de plomo para la fundación Eva Perón, fumaba cigarrillos Gavilán y tomaba mate. No sabía, ni le interesaba nada del fútbol. De pibe jugaba a la pelota en la calle desde la mañana hasta bien entrada la noche, o hasta que escuchaba la sirena del patrullero de la 29 que venía a secuestrarnos la Pulpo de goma", le simplificó en 2012 a modo de autobiografía el propio Pichino al periodista Gabriel Martínez.
Fichó para la Novena de River como centrodelantero, pero el entrenador Renato Cesarini no lo consideraba titular y jugaba poco, motivo por el cual abandonó en la Octava y estuvo un año parado. Luego pidió el pase y se fue a Atlanta, dónde debutó en 1962. Un año y medio después, Vélez lo compró por 11 millones de pesos y comenzó la historia con el Fortín.
En la misma entrevista, casualidad del destino, se comparaba con la picardía que tenía el hoy entrenador de Vélez, Guillermo Barros Schelotto. "Era peor, mucho peor", aseguró y contó una anécdota para graficarlo.
"De haber existido la tele de algunas hechos que protagonizaba se estaría hablando una semana. A Carrizo le escondía los algodones con los que marcaba los postes del arco, le manoseaba el culo, le apretaba los huevos. Amadeo enloquecía, me vigilanteaba con el árbitro y los defensores, se daba máquina, me cagaban a patadas", detalló.
Clarin